COMUNIDAD DISTORSIONADA

Comunidad distorsionada
por Jesús Adrian Romero

La realidad es que en muchos lugares el concepto de comunidad se ha distorsionado. El rendir cuentas y ser discipulado se ha convertido en una manera «espiritual» de controlar a los demás. El concepto de comunidad también se ha vuelto utilitario. Las células son una herramienta para crecer y multiplicarse, y las personas son vistas como seres que serán útiles para lograr ese resultado, pero la verdadera comunidad no es así. En una ocasión visité una iglesia que su visión central eran las células. Mientras estábamos en la oficina platicando con el pastor me tocó conocer a varios de sus líderes y servidores. Cuando en- traban a la oficina y me los presentaba, no me decía sus nombres o si era soltero o casado, la carta de presentación era: ¿cuántas células tienes? ¿Cuántas tendrás a final del año? Me sentí mal por estos jóvenes que eran vistos como trabajadores, como peones, más que como parte de un grupo de amigos. sinceras, no son reales, son solo un medio para alcanzar un fin. Recuerdo un intercambio muy triste que un día tuve con un líder muy severo. Después de haber tenido una discusión muy acalorada con él, dijo que él sería mi amigo solo si nuestra amistad nos llevaba a engrandecer el Reino de Dios. Suena muy espiritual y justo, y tal vez algunos al leer digan «amén» a esa declaración, pero ese es el problema con las relaciones entre muchos cristianos; son utilitarias, no son sinceras, no son reales, son solo un medio para alcanzar un fin. La amistad y el ser parte de una comunidad es algo que se debe dar de una manera natural, no se puede imponer, y cuando se practica de la manera correcta, la comunidad trae mucho deleite al corazón. C. S. Lewis tenía muchos amigos, y pasaba muchas horas disfrutando su compañía. En una de sus cartas preguntó: «¿Habrá un placer más grande que el de un círculo de amigos al lado de una fogata?». La gente más feliz es aquella que conecta, que se relaciona con los demás. Hace algunos años, buscando la forma de promover comunidad en nuestra congregación, empezamos un experimento que llamamos «conexión». El modelo que utilizamos para transmitir la idea de conexión a la gente fue la de un múltiple tomacorriente. Los múltiples tienen varios enchufes, hay múltiples de doce, diez, ocho, seis y cuatro enchufes. Explicamos a la congregación que así somos las personas, hay aquellos que tienen capacidad de tener doce amigos, doce conexiones. Normalmente estas son las personas más extrovertidas y sociales a las que se les facilitan las relaciones, pero también hay personas que solo tienen la capacidad de relacionarse con cuatro personas, son personas introvertidas y reservadas. Así que hicimos los grupos para un máximo de doce personas. Los grupos conexión se conformaron con la finalidad de hacer amigos. No eran grupos de alcance, ni de clases bíblicas, eran grupos de amigos. Cuando los grupos son verdaderamente de comunidad se hacen verdaderos amigos con los que pasarás tus vacaciones de verano o la navidad. Les dimos libertad a las personas para que escogieran el grupo al que querían ir. (Algunas de las ideas para los grupos conexión fueron inspiradas en el libro Sticky church. (18) No les impusimos ni amigos ni líderes. Ellos tenían que escogerlos. Si entendemos la dinámica de las relaciones, sabemos que no nos podemos llevar con todas las personas. Nuestra elección de amigos es afectada por el temperamento, el trasfondo, la educación, el tiempo que llevo de creyente, etc. Aun en el ministerio de Jesús es evidente que Él se relacionaba mejor con algunos de sus discípulos. Pedro, Juan y Santiago eran los que siempre lo acompañaban a donde iba. Estuvieron en el monte de la transfiguración y estuvieron presentes cuando Jesús hizo algunos milagros que los demás no vieron. La verdadera comunidad nos lleva a la transparencia. Hablando del tema de las relaciones, y tomando como ejemplo el hecho de que Adán y Eva estaban desnudos y no se avergonzaban, C. S. Lewis dijo: «El amor eros nos lleva a tener cuerpos desnudos, pero el amor fileo nos lleva a tener personalidades desnudas». (19) Cuando Adán y Eva no sentían vergüenza no se debía a que tuvieran cuerpos perfectamente delineados, sin grasa corporal, sin celulitis o verrugas. Uno de los deseos más grandes en el corazón humano es el de conocer y ser conocido, el no tener nada que ocultar, ser transparente y esa era la condición de Adán y Eva. Eso es lo que todos queremos, pero la realidad es que a diferencia de Adán y Eva, nosotros sí nos avergonzamos. No queremos que nos conozcan tal cual somos. Tomado del libro BESANDO MIS RODILLAS por Jesús Adrian Romero. Publicado por Editorial Vida – 2014 Miami, Florida. Usado con permiso de Editorial Vida.

Deja un comentario