HAY MUCHO MÁS…

Una de las preguntas que más he escuchado en la iglesia a lo largo de mi vida como creyente es: ¿Por qué hoy no suceden los milagros que en la Biblia aparecen? ¿Por qué en la actualidad no experimentamos el poder de Dios a la manera del Nuevo Testamento?

Lo cierto es que todos alguna vez nos hemos hecho esa clase de preguntas. ¿Serán esas señales para todos los que creen o sólo eran para un grupo determinado de creyentes del primer siglo? De hecho existen ciertos grupos de creyentes que creen esto a modo de doctrina. ¿Escoge Dios a hombres y mujeres específicos para derramar su gloria excluyendo al resto de su iglesia? ¿Cuántos tenemos acceso a los dones del Espíritu, al derramamiento de su Gloria, a ver oraciones instantáneamente contestadas? Estas y muchas otras preguntas están en el corazón de casi todo creyente o por lo menos lo han estado en alguna ocasión. Son preguntas que por su falta de respuesta han causado estrés, ansiedad, decaimientos emocionales y espirituales, confusión, crisis de fe y en muchas ocasiones hasta depresión.

Hay cristianos que no se conforman con la rutina diaria, la religiosidad, que están hartos de su apatía, de la comodidad, de la seducción de este mundo. Sí, aún hay creyentes que anhelan algo más, que pasan momentos de verdadera frustración porque sienten un fuego en su interior por ver el Reino de Dios estableciéndose en su ciudad, en su país.

Cristianos que gimen en sus cámaras secretas porque tienen un verdadero deseo de ser usados por Dios tal y como la Biblia indica que sucedería. Creyentes que pasan tiempo orando, leyendo la Palabra, buscando un momento íntimo con el Espíritu Santo porque reconocen que sin Él nada podrían hacer.

Esto es para todos, pero lamentablemente, no todos están dispuestos a pasar por la escuela del quebrantamiento, de la obediencia, de la santidad sin la cual nadie puede ver al Señor, ni aquí ni en el cielo. Esto  es tan sólo un pequeño porcentaje de la gente que cada domingo llenan las iglesias, ya que por otro lado existen los que tan sólo han cambiado de religión, los que se han conformado a una oración de fe, los que viven día a día una rutina religiosa cargada de emocionalismo. Personas poco comprometidas con la oración, con la santidad, con el servicio a los demás.

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