Muchas veces se ha hablado del cristiano carnal pero no existe tal cristiano carnal. El cristiano verdadero es espiritual porque tiene a Cristo, tiene al Espíritu Santo, piensa en las cosas del Espíritu, produce el fruto del Espíritu entre los cuales está el dominio propio, el amor, la bondad, la mansedumbre, la templanza. Los carnales o los que son de la carne, piensan en las cosas de la carne, producen las obras de la carne, lo cual como dice Pablo, no les permite agradar a Dios ni entrar en el reino de los cielos (Romanos 8 y Gálatas 5). Estos son personas no nacidas de nuevo, no regeneradas, no salvadas, que no pueden hacer otra cosa que producir obras carnales, pensar en cosas carnales, que causan división, pleito, chiste, envidia. El verdadero cristiano tiene la mente de Cristo. Piensa en todo lo que es honesto, agradable, digno de alabanza. Tiene una mentalidad renovada que le transforma conforme a la Palabra de Dios y al carácter de Cristo. El verdadero creyente edifica con sus palabras y con sus obras. Bendice en lugar de maldecir, ama en lugar de aborrecer (1Jn 3). El cristiano no es carnal, el cristiano es un hijo de Dios, regenerado, nacido de nuevo, transformado por el poder del Espíritu Santo, pero el carnal no es otra cosa qué un hijo de Satanás con una naturaleza caída, corrupta. Un esclavo del pecado, del juicio, de la acusación, que aunque quiera no puede pensar o hablar lo que a Dios le agrada. Tal persona necesita ser salvada, limpiada de su pecado tras un verdadero arrepentimiento, una confesión de sus pecados. Necesita ser liberada de la condenación. Cristo vino para liberarte, para salvarte.
Esperanza Presente 