Huesos Secos, oíd la Palabra de Dios

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INTRODUCCIÓN

¿Qué tienen en común todas estas historias reales?

  • La visión de Ezequiel del valle de los huesos secos
  • El centurión romano y su siervo enfermo
  • La mujer sirofenicia y su hija atormentada por un demonio
  • Pedro anda sobre el mar
  • La ceguera de Bartimeo
  • La pesca milagrosa de Pedro
  • La resurrección de Lázaro
  • La resurrección de la hija de Jairo

Todas estas historias y algunas más, tienen en común tres características principales:

Eze 37:1-13

I. UN VALLE DE HUESOS SECOS

(1) La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. (2)  Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.

 V.1) La mano de Dios y el Espíritu de Dios me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos (cementerio).

Lo que esto representa: Muerte, destrucción, desolación. Un lugar donde no hay sueños, no hay esperanza, no hay futuro, no hay posibilidades.

A. LA SOCIEDAD

Dios nos ha puesto en medio, entre los huesos. Puedes ver esos huesos, esa desesperanza, desilusión, decepción allí donde mires, en tu vecindario, en tu familia, en la calle, en el trabajo. La TV es una ventana al mundo que nos muestra un valle de huesos sin vida.

V.2) Me hizo pasar cerca de ellos. Eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera (sequedad grave o en extremo).

Secos: Yabésh: raíz primaria; estar avergonzado, confuso o desilusionado; también (como fracasando) secarse (como agua) o marchitarse (como hierba): avergonzar, confundir, destruir, extinguir, marchitar, secar, seco.

Dios hizo que el profeta estuviera cerca de esos huesos. Usted y yo estamos igual de cerca de huesos secos, de gente avergonzada, confundida, desilusionada, gente que ha fracasado en sus intentos de salir adelante, tan cerca que puede ver como poco a poco se van marchitando.

B. TU PROPIA VIDA

Quizá está tan cerca de esos huesos secos, que hasta forman parte de su vida, de su hogar, su familia. Quizá en usted mismo o en su círculo más cercano lo está viendo, está viendo la confusión, la sequedad, la incertidumbre, la desilusión y poco a poco ve como se marchita.

Jesús dijo en Juan 16:33 que en el mundo sufriríamos aflicción. La aflicción, el sufrimiento es parte de esta vida.

A diario nos enfrentamos a situaciones difíciles, tan difíciles como ver vida, esperanza o alguna mínima posibilidad en medio de un cementerio lleno de huesos secos en extremo.

Esos huesos secos en extremo no acabaron así en un solo día. Estamos hablando de tiempo, semanas, meses, quizá años de aflicción, confusión, desesperanza.

Usted y yo sabemos lo que es ser afligidos por diversas pruebas, como dice Pedro (1 P 1:6).

Y si no le ha tocado vivirlo, seguro que sólo tiene que encender su TV o salir de casa y pararse a contemplar la situación de desolación que le rodea.

El mundo es nuestro valle de huesos secos. Cuenca es un valle de huesos secos. Pero a veces esa sequedad toca nuestra vida, nuestro hogar en forma de enfermedad, de crisis, de conflicto, de duda. ¿Qué va a hacer entonces? ¿Cómo actuar? ¿Qué dirección  o decisión tomar?

C. ¿ES SUFICIENTE LA FE?

A menudo se hace alusión a la fe en estos casos. Tenga fe. Confíe. ¿Era Ezequiel un hombre de fe? ¿Podríamos decir que Ezequiel no tenía fe? Sin embargo cuando Dios le preguntó: ¿Vivirán estos huesos hijo de hombre? (v.3). La situación era tan grave, tan extrema, tan imposible de percibir para la mente humana, que sólo pudo responder: “Señor Jehová, tú lo sabes.”

Ante cualquier situación de aflicción, soledad, sequedad, confusión que usted está viviendo o que pueda ver en la ciudad donde vive, usted va a escuchar la pregunta que escuchó Ezequiel ¿Vivirán estos huesos? (Revivir).

¿Habrá sanidad para su enfermedad? ¿Se resolverá la situación que está viviendo? ¿Será que Dios querrá hacer algo en Cuenca, su ciudad, su familia, su vida? ¿Volverá a estar todo como antes?

La respuesta del profeta fue: Señor Jehová, tú lo sabes. A veces, no es fácil dar una respuesta, en ocasiones, no hay una respuesta clara.

No podemos juzgar a nadie por falta de fe. A veces Dios nos tiene que poner muy cerca de esos huesos (como Ezequiel), a veces tan cerca que nos toca vivirlo a nosotros mismos, para que nos demos cuenta que no es un asunto de fe. La fe es necesaria, importante, imprescindible, pero voy a mostrarle que en cada milagro de la Biblia, hubo algo en lo cual no nos hemos parado con atención y que junto a la fe, ocasionaron el milagro.

II. UNA PALABRA DE DIOS

(4)  Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. (5)  Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. (6)  Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.

 Como antes decía, en cada situación similar a un valle de huesos secos que la Biblia nos muestra siempre hubo un denominador común para que un milagro ocurriera: Una Palabra de Dios

  •  Ya hemos echado una mirada de cerca al valle de los huesos secos. Ya sabemos cómo era la situación y lo que puede representar en nuestra sociedad o nuestra propia vida.
  • Sabemos que Ezequiel era un hombre de fe y aun así conocemos su respuesta (o su falta de respuesta) ante la pregunta de Dios: ¿Vivirán estos huesos, hijo de hombre?

¿Cuál fue el detonante para que esos huesos extremadamente secos cobraran vida? ¿Qué hizo que Ezequiel tuviera la seguridad de que un panorama de desolación se convirtiera en un escenario de esperanza? Fue la Palabra que salió de la boca de Dios. (Versos 4 al 6) La seguridad, la confianza e incluso la fe, estaba basada en una Palabra específica que salió de Dios hacia Ezequiel y hacia aquellos huesos secos.

  • Fueron las palabras que salieron de Jesús: Vé, y como creíste, te sea hecho (Mt 8:13) las que produjeron que el siervo del centurión sanara al instante.
  • Fueron las palabras que salieron de Jesús: vé; el demonio ha salido de tu hija (Mt 7:29) lo que hizo que la hija de la mujer sirofenicia quedara sana y libre.
  • Fue la palabra que salió de Jesús: (Mt 14:29) lo que aseguró que Pedro pudiera andar sobre el mar.
  • Fueron las palabras que salieron de Jesús: Vete, tu fe te ha salvado. (Mt 10:52) las que hicieron que los ojos de Bartimeo comenzaran a ver.
  • Fueron las palabras de Jesús: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. (Lc 5:4) Lo que hizo que una noche de desesperación, cansancio y desilusión se convirtiera en un milagro. Pedro tenía una Palabra de Jesús cuando dijo: en tu palabra echaré la red. (Si tú lo dices, echaré las redes nuevamente).
  • Fueron las palabras de Jesús: Tu hermano resucitará. (Jn 11:23) Las que aseguraron que Lázaro resucitaría.
  • Jairo recibió una Palabra de Jesús antes de que su hija volviera a la vida mientras el panorama en su casa era de llanto, desolación y aflicción: No temas, cree solamente. (Mr 5:36)
  • Fueron las Palabras de Jesús las que cambiaron un valle de huesos secos en vida y esperanza cuando una viuda de Naín acompañaba el funeral de su único hijo: No llores… Joven a ti te dijo, levántate. (Lc 7:13-14)

Cualquier valle de huesos secos, cualquier panorama de desolación, de desesperanza, desilusión o aflicción por muy malo que parezca ser, necesita una Palabra de Dios para que todo vuelva a su lugar, a recobrar vida, a ser como antes.

No es cuestión sólo de fe. Cada uno de estos personajes descritos tenía fe y mucha, pero ¿fe en qué? Fe basada en una Palabra específica para ellos y para la situación que estaban atravesando. Por eso te pregunto hoy ¡¡¿Tienes una Palabra de Dios para tu valle de huesos secos?!!

Quiero destacar algunos de los ejemplos anteriores:

  • La mujer sirofenicia no se movió ante el aparente rechazo de Jesús y de los discípulos hasta oír una Palabra de Dios que le asegurara, que todo va a ir bien.
  • El centurión se aseguró de obtener una Palabra de Dios para su valle de huesos secos cuando le dijo a Jesús: solamente dí la palabra, y mi criado sanará (Mt 8:8).
  • Pedro pidió una Palabra de Jesús antes de lanzarse a andar sobre el mar embravecido (símbolo de nuestras tempestades en la vida)

A menudo tomamos decisiones importantes, enfrentamos gigantes o pasamos por valles de huesos secos sin haber perseverado lo suficiente en oración hasta oír, recibir esa Palabra que sale de Dios.

¿Tienes una Palabra? Porque cuando pases por el valle de huesos secos, cuando la sequedad del desierto llegue, cuando la duda golpee tu corazón lo único que habrá a lo que aferrarte será si recibiste una Palabra de Dios o no, si Dios te habló o no.

Yo no estaría aquí entre ustedes hoy sino fuese por la seguridad de que Dios nos habló. Oí su voz, y es esa Palabra la que me mantiene en medio de mi valle de huesos, es esa Palabra la que me recuerda que Dios hará milagros, que estoy en su voluntad y que al final, veré su Gloria.

  • Fue la Palabra de Dios la que hacía que Jeremías continuara siendo un vocero de Dios. Su Palabra como fuego metida en sus huesos (Jer 20:9)
  • Necesitamos entrar al Trono de la Gracia y asirnos de Dios como hizo Jacob, hasta que Él nos bendiga con una Palabra (Gn 32:26; He 4:16)
  • Necesitamos hincar nuestras rodillas en oración e insistir como lo hizo Moisés en Ex 33 hasta escuchar decir a Dios: Mi presencia irá contigo y te daré descanso.

III. UN ACTO DE FE Y OBEDIENCIA

Ezequiel 37:7 Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. (8)  Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. (9) Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. (10) Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.

 Ezequiel vio el valle de huesos secos, estuvo en medio, cerca de los huesos secos. Vio que estaban secos en extremo, que eran muchos. Vio una situación desoladora, de desesperanza, de muerte, destrucción, donde no hay sueños ni ilusión porque algo ocurra.

Ezequiel recibió el reto, la pregunta que nos llena de incertidumbre ¿Vivirán estos huesos secos hijo de hombre?

¿Será que Dios hará algo conmigo, en mis hijos, en mi hogar, con mi situación, con mi valle de huesos secos? ¿Será que Dios en verdad puede transformar esta ciudad? Si como Ezequiel no sabes la respuesta, es porque aún no has escuchado a Dios hablar, necesitas una Palabra de Dios.

Muchos se detienen simplemente a contemplar el valle de los huesos secos. Otros sólo se sientan a llorar por la situación y la desesperanza. Otros quedan tan perplejos por lo que están viendo o viviendo que se bloquean mientras la situación, el diablo o su propia mente les roban la poca fe que les queda.

Muchos al ver la situación desoladora de pecado que vive el mundo, España o nuestra propia Cuenca no hacen más que argumentar o juzgar. Pero pocos han entrado al Trono de Dios para buscar y pedir una Palabra que les asegure que el valle de huesos secos se convertirá en Vida y Esperanza.

Necesitamos hombres y mujeres de fe y de oración que tomen la determinación en sus vidas de actuar en dos direcciones:

  1. Detenerse ante el Trono de Dios como el Centurión y la mujer Sirofenicia hasta escuchar las palabras que Ezequiel escuchó: Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis (v.5)
  2. Comenzar a creerle a Dios, a la Palabra que han recibido y atreverse a pronunciarla, a confesarla, a protegerla del enemigo cuando quiera robarla. Que cuando vean el Valle de Huesos Secos puedan decir: Dio me dijo que lo haría. Que cuando los demás señalen la sequedad que estás viviendo o que Cuenca vive, te atrevas a decir: Dios me dijo y yo viviré para verlo.

Profeticé pues como me fue mandado, dijo Ezequiel

Toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red, dijo Pedro.

CONCLUSIÓN

No podemos cerrar nuestros ojos ante el valle de huesos secos y hacer como que nada estuviera ocurriendo. Está ahí, hay sequedad, hay desesperanza, desesperación, falta de fe, falda de vida. Vidas que se marchitan, matrimonios que se secan, jóvenes destruyéndose.

Nuestra propia vida, es azotada por la sequedad, por las pruebas, la desilusión, la falta de respuesta. Pero sólo podemos hacer dos cosas:

  1. Sentarnos a llorar y ver como el diablo y las circunstancias nos marchitan.
  2. Levantarnos en fe y oración hasta recibir una Palabra que salga de Dios hacia la situación, hacia Cuenca, hacia mi vida, mi hogar.

Si ya tienes esa Palabra, comienza a aferrarte a ella, recuérdala, menciónala, escríbela, ponla en las paredes de tu casa, proclámala. Pon tu fe en esa Palabra. Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17

Dile a tu valle de huesos secos: ¡¡Escucha lo que Dios ha dicho!! Y Persevera en ello hasta que tus ojos lo vean, porque si Dios te lo dijo:

Dios no es hombre, para que mienta,

Ni hijo de hombre para que se arrepienta.

Él dijo, ¿y no hará?

Habló, ¿y no lo ejecutará?

He aquí, he recibido orden de bendecir;

El dio bendición, y no podré revocarla.

Números 23:19-20

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