Un Discípulo de Cristo (Serie Escuela de Crecimiento)

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«Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo él que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi, este la salvará.» (Lucas 9:23-24)

NTV: Entonces dijo a la multitud: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme. Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás, pero, si entregas tu vida por mi causa, la salvarás.

 Propósito: El propósito de esta Palabra es:

  • que cada creyente conozca la importancia de llegar a ser un discípulo.
  • Que todos vean la necesidad de involucrarse en el discipulado del Señor, ya que de otra manera no podrá permanecer en Él.
  • Que cada uno de ustedes llegue a anhelar pertenecer a la multitud de los discípulos.

INTRODUCCIÓN

Desde los inicios del ministerio de Jesús, Él preparó a sus discípulos, estuvo rodeado de doce que eran los más cercanos a Él, y aún de esos 12 escogió a tres que serían su círculo de confianza.

Los enseñó, los entendió, los amó, los probó y los envió a través de su Palabra a ser discípulos para luego cumplir con la gran comisión de id y haced.

Es el plan de Dios trazado en su Palabra, que seamos formados como tales. Los maestros de aquel tiempo no eran como los de ahora. Algunos judíos llevaban a su hijo (sobre todo al mayor) para que durante un tiempo viviera con el maestro. De esta manera, el alumno no sólo aprendía una asignatura, sino un estilo de vida a través de la experiencia, las decisiones, la conducta del maestro.

De la misma manera cuando Jesús se fue y dejó al Espíritu Santo cumplía con esta función de Maestro. A través del Espíritu Santo que vive dentro de cada uno de nosotros y nos acompaña a todo lugar donde vamos, que nos enseña no sólo algunos versículos de la Biblia, sino un estilo de vida digno de un cristiano, manifestándose a través de los frutos del Espíritu Santo.

El Señor omnipotente me ha concedido tener una lengua instruida, para sostener con mi palabra al fatigado. Todas las mañanas me despierta, y también me despierta el oído, para que escuche como los discípulos.                                                                    

Isaías 50:4

El Costo del Discipulado – ¡Tomar nuestra Cruz cada Día!

Nuestra Meta en este Sermón es – “Entender que implica el llamado radical de ser un discípulo verdadero de Jesús”

El verdadero discipulado consiste en una entrega absoluta al Señor Jesucristo. El Salvador no está buscando personas que le dediquen sus tardes libres, sus fines de semana o sus años de jubilados. El busca personas dispuestas a darle el primer lugar en su vida.

El busca, y siempre ha sido así, no multitudes que van a la deriva y sin propósito en su senda, sino hombres y mujeres que individual y espontáneamente se consagran a su servicio por haber reconocido que El necesita personas dispuestas a seguir en el sendero de la negación personal por el que Él caminó primero.

La única respuesta adecuada al sacrificio de Cristo en el Calvario es la rendición incondicional a Él. El amor Divino tan maravilloso no puede ser satisfecho con algo menos que la entrega de nuestra vida, nuestra alma, nuestro todo…

El Señor Jesús planteó exigencias rigurosas a los que iban a ser sus discípulos, demandas que han sido totalmente olvidadas en estos días de vida materialista. Con mucha frecuencia consideramos el cristianismo como un escape del infierno y una garantía del cielo.

Aún más, pensamos que tenemos perfecto derecho a disfrutar de lo mejor de esta vida.

Sabemos  que en la Biblia hay muchos versículos que hablan fuerte acerca del discipulado, pero nos parece difícil conciliarlos con nuestras ideas acerca de lo que debe ser el cristianismo.

Aceptamos que los soldados entreguen sus vidas por razones patrióticas. No nos extraña que los hombres pongan su vida por ideologías políticas. Pero que la característica de la vida de un seguidor de Cristo sea “sangre, sudor y llanto”, nos parece remoto y difícil de asimilar. Sin embargo, las palabras del Señor Jesús, son bastantes claras. No hay el más mínimo lugar para malinterpretarlas si las aceptamos en su verdadero valor. Estas son las condiciones del discipulado tal como las dio el Salvador del mundo.

I. UN AMOR SUPREMO POR JESUCRISTO.

“Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, y a su madre, y su mujer, e hijos, y hermanos, y aún también su vida, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14:26

Esto no quiere decir que debamos tener indisposición o mala voluntad en nuestro corazón hacia nuestros familiares, sino que nuestro amor a Cristo deber ser tan denotado que en comparación, todos los demás afectos parezcan odio. En realidad la parte más difícil de este pasaje es la expresión “y aún su propia vida”. El amor propio es uno de los obstáculos más persistentes para el discipulado. Mientras no estemos dispuestos a ofrecer voluntariamente nuestra vida a disposición de Cristo, no estaremos en el lugar donde Él desea que estemos.

Nuestro Objetivo: Llevar a las personas desde donde están, a donde Dios quiere que estén (“Pero nadie puede ser llevado a donde no quiere ir”)

II. UNA NEGACIÓN DEL YO.

 “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo….” Lucas 9:23

 La negación del Yo no es lo mismo que la abnegación. Esto último significa privarse de algunas comidas, placeres o posesiones. La negación del Yo es una sumisión tan completa al Señorío de Cristo, que el Yo no tiene derechos ni autoridad alguna.

Significa que el Yo abdica del trono.

Henry Martin lo expresa así: “Señor, no permitas que tenga voluntad propia ni considere que mi felicidad dependa en lo más mínimo de las cosas que pueden sucederme exteriormente, sino que descanse completamente en tu voluntad.”

III. ELECCIÓN DELIBERADA DE LA CRUZ.

 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz.” Mateo 16:24

 NTV: Luego Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme.

 Tomar la cruz no se refiere a una enfermedad física o angustia mental, puesto que estas cosas son comunes a todos los hombres. La cruz es una senda escogida deliberadamente. Es “un camino que tal como el mundo lo considera es una deshonra y un reproche.”

La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios. Cualquier creyente puede evitar la cruz conformándose a este mundo y a sus caminos.

IV. UNA VIDA INVERTIDA EN CRISTO.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Lucas 9:23

Para comprender lo que esto significa conviene preguntarse: ¿Cuál fue la principal característica de la vida del Señor Jesús? Fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios, una vida de servicio desinteresado a los demás, una vida de paciencia y tolerancia ante los más graves errores. Fue una vida llena de celo y desgaste, templanza, mansedumbre, bondad, fidelidad y devoción. Para ser sus discípulos debemos andar como Él anduvo. Debemos mostrar el fruto de nuestra semejanza con Cristo. (Juan 15:8)

V. UN AMOR FERVIENTE POR TODOS LOS QUE PERTENECEN A CRISTO.

 “En esto  conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35

NTV: El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos»

 Este es el amor que considera a los demás como mejores que uno mismo. Este es el amor que cubre multitud de pecados. Este es el amor que es sufrido y es benigno; no es jactancioso, no se envanece, no es injurioso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (1ª Co. 13:4-7) Sin este amor el discipulado sería un ascetismo frío y legalista. Sería un címbalo que retiñe.

VI. PERMANENCIA CONTINUA EN SU PALABRA.

 “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos”. Juan 8:31

NTV: Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas;

 El verdadero discipulado se caracteriza por la estabilidad. Es fácil empezar bien y lanzarse adelante en un deslumbramiento de gloria. Pero la prueba de la realidad del discipulado es la resistencia hasta el fin. “Ninguno que poniendo su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” Lucas 9:62. La obediencia ocasional a las Escrituras no sirve. Cristo desea que los que le siguen lo hagan obedeciendo en forma constante y continuada.

No permitas, ¡oh Padre! Que vuelva atrás,

Mis lágrimas ya mojan las asas de mi arado,

Mis otras herramientas corruptas he dejado;

No permitas, Dios Padre, que vuelva atrás.

VII. RECHAZO DE TODO POR SEGUIR A CRISTO.

 «Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» Lucas 14:33.

NTV: Así que no puedes convertirte en mi discípulo sin dejar todo lo que posees.

 Esta es, tal vez, la menos apreciada de las condiciones de Cristo para el discipulado, y se podría probar que es el texto menos apreciado de la Biblia.

¿Qué quiso decir con renunciar a todo? ¿Quiere Jesús que vivamos como pobres? ¿Quiere Jesús que no preparemos un futuro para nuestros hijos, para la universidad? No.

Significa que si algún bien material que no sea necesario, te impide seguir a Cristo como un verdadero discípulo, tienes que valorar qué es más importante para ti.

El que renuncia a todo no se convierte en un despreocupado holgazán. Trabaja arduamente para proveer a las necesidades comunes de su familia y de sí mismo. Pero, su fin es extender la obra de Cristo, e invierte en el trabajo del Señor porque sabe que nada se llevará de esta tierra y por el contrario, está invirtiendo en el cielo.

Buscando primeramente el Reino de Dios y Su justicia, él cree que nunca le faltará nada, ni comida ni vestido. El no puede poner su confianza en dinero ahorrado cuando hay almas que están pereciendo por falta del evangelio. No quiere malgastar su vida acumulando riquezas que caerán en manos del Diablo cuando Cristo regrese por sus santos. Desea obedecer el precepto del Señor en contra del almacenar tesoros en la tierra, renunciando a todo, ofrece lo que de todos modos no puede conservar y que ya ha dejado de amar.

CONCLUSIÓN

Entonces tenemos que estas son las siete condiciones del Discipulado cristiano. Condiciones no impuestas por el hombre sino habladas por la misma boca de Cristo.

Como predicador, comprendo que al señalar estas condiciones me condeno a sí mismo como un siervo inútil que soy. Pues yo mismo debo examinar mi vida y tratar de vivir según el estándar que Cristo marcó. Pero, ¿suprimiremos la verdad de Dios por la incompetencia de su pueblo? ¿No es verdad que el mensaje es más grande que el mensajero? ¿No es más correcto que Dios permanezca como un ser veraz y todo hombre sea considerado mentiroso? ¿No diremos como aquel anciano, siervo fiel del Señor: «Haz tu voluntad, aún cuando para ello tengas que quebrantarme»?

Cuando hayamos confesado nuestro fracaso pasado, cuando estemos dispuestos a reconocer que no hemos sido verdaderos discípulos de Cristo, cuando reconozcamos que hay cosas, prioridades que cambiar, maneras de ver el Evangelio, actitudes de las que arrepentirnos, entonces estaremos preparados para enfrentar decididamente lo que Cristo pretende de nosotros y procurar ser verdaderos discípulos de nuestro glorioso Señor.

«Maestro mío, llévame hasta tu puerta,

para que perfores mi oreja,

que voluntario te entrego.

Tus prisiones son mi libertad;

déjame quedar contigo, para sufrir,

soportar y obedecerte».

H.G.C.Moule

¿Habrá alguien que voluntariamente quiera decirle a Jesús… He calculado el costo, y estoy decidido a seguirte? Haz, Señor de mí, un discípulo tuyo.

 

 

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